Totalmente de acuerdo, Sergio, y muchos casos más.
Y es más: en mi opinión analizar "académicamente" una obra puede hacer a veces que la comprendas demasiado, que la analices hasta la extenuación; tanto, tanto que le puedes perder el encanto y la emoción. Y hablo un poco desde mi experiencia: sé leer partituras (antes mejor que ahora, y supongo que cada vez menos en el futuro), las he usado y de tarde en tarde las uso aún. He compuesto sintonías de programas, pequeños cortes de publicidad de guitarra, teclados..., hasta cosas para orquesta sinfónica completa, con un
arrangement completo (agotador, uff
). Y muchísimas veces que me he aproximado de una forma más académica a ella, buscando un intervalo determinado, una teoría "cuadrada" técnicamente con lo que estás componiendo, la he acabado cagando o le he perdido completamente el sentido a lo que estaba haciendo. Y sin embargo, cuando he buscado algo desde un "supuesto sinsentido", me he pillado el piano por banda y me ha salido exactamente lo que to quería. Una vez hecho esto, vuelves a ver la partitura para ver esa inefabilidad de la música en forma escrita. Y es cuando ves que a veces todo no tiene sentido y de que eso que dicen acerca de la música como algo matemático es absolutamente relativo. Y en esas imperfecciones a veces puedes encontrar incluso lo sublime.
Pasa un poco como con la poesía, que puedes analizar cualquier estrofa, incluso contar versos y establecer una clasificación categórica. Pero siempre sin olvidar que es poesía, no números. Y el alma no se mueve por números, salvo el de los banqueros.
El músico yo creo que se tiene que hacer, eso está claro. Pero a veces hay "algo" que está ahí y que eso, inefable.